Columna | La obesidad, problema público descuidado

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Chile enfrenta nuevos problemas de salud. Hace tiempo que no es la desnutrición, sino la obesidad el problema principal en niños y jóvenes. Ya no son las enfermedades transmisibles, sino las crónicas que aquejan mayoritariamente a la población. Además, el aumento de la esperanza de vida crea nuevos problemas relacionados con el cambio demográfico que implica que las enfermedades crónicas de adultos mayores ocupan altas proporciones del gasto en salud del país.

Hay consenso entre los especialistas en que la obesidad es causal de variados problemas de salud tales como la hipertensión, el colesterol alto, diabetes, enfermedades cardiovasculares, afecciones respiratorias especialmente el asma, artritis e incluso algunas formas de cáncer. Además, las personas con sobrepeso mueren antes que las que no tienen esta condición.

Los niños y niñas con sobrepeso tienen mayor probabilidad de tener algunas enfermedades en la adolescencia y en la adultez. Entonces, es en la infancia el momento crucial para adoptar comportamientos sanos en cuanto a alimentación y actividad física. Chile es uno de los países con mayor prevalencia de obesidad en los niños (27%) y adultos entre los países de la OCDE, indica el Panorama de la salud del 2013 que publica esta organización. En el caso de los adultos el 52% en la OCDE tienen sobrepeso; de ellos, 18% sufren de obesidad. En Chile, uno de cada cuatro adultos son obesos. Lo más preocupante es que estas proporciones están en aumento en prácticamente todos los países y se expande más rápidamente en los grupos pobres, entre quienes tienen menor educación y entre las mujeres. La relación entre todas estas enfermedades se puede observar en el cuadro siguiente.

La falta de educación en este aspecto es una causa central del incremento de la obesidad. Por ejemplo, pese a que nuestro país es exportador de diferentes frutas somos el que menos las consume de la OCDE, junto con Finlandia cuyo clima gran parte del año le impide disponer de estos productos.

Esta ausencia de políticas adecuadas para combatir la obesidad no es, ni mucho menos un asunto de estética. Se calcula que la obesidad en Estados Unidos ocupa cerca del 12% del gasto total en salud, es decir, es un problema público de primera importancia aunque, en promedio, en los demás países oscila en torno al 5% del gasto.

Recordemos que Chile gasta alrededor de 9.000 millones de dólares en salud y que el impacto de la obesidad podría alcanzar a unos 450 millones de dólares (5%). En esta perspectiva, resulta mucho más rentable y eficiente gastar en las acciones preventivas que reduzcan las causas de la obesidad. Esto es, dedicar la importancia que se merece a la educación en este sentido aunque suelen argumentar las madres de hogares de bajos ingresos que las recomendaciones de comida saludable son más caras que las chatarras. Asimismo, es necesario restringir la venta de comida chatarra en las proximidades de los colegios (México la prohibió completamente en los colegios a partir de marzo de 2014). Así también aún subsiste en nuestro país un debate parlamentario acerca del etiquetado obligatorio que marcará a los productos con alto contenido calórico y los nutritivos.

De cualquier modo, tal como se propuso en el programa de la candidatura de Marco Enríquez-Ominami, el cambio más necesario y urgente es que se constituya una comisión interministerial con los ministerios de Salud, Educación y Deportes para combatir la obesidad. Es evidente que cambiar los hábitos de consumo es parte de la educación, pero también es en los colegios que debe practicarse los 60 minutos diarios de ejercicio físico que recomiendan las instituciones de salud. Chile necesita una política explícita para desarrollar estilos de vida saludable pero también la infraestructura que permita llevarla a cabo. Esto exige una coordinación del aparato público para obtener logros notorios.

Rafael Urriola U.
Coordinador programa Salud
Fundación Progresa