Marco Enríquez-Ominami
Presidente de Fundación Progresa
En relación con la desafortunada aprobación del distrito La Yarada-Los Palos por parte del Congreso peruano, que sitúa su frontera sur terrestre en el Punto Concordia, desconociendo el Hito 1 acordado bilateralmente con Chile en 1930, cabe mencionar que es un acto indudablemente provocador y poco amistoso hacia nuestro país.
Más aún, después de las esperanzas que abrigó el fallo de la Corte de La Haya en cuanto a que, ahora sí, ambos países enfrentaríamos el futuro sin temas que nos pudieran desunir. Sin embargo, la desafiante acción de Humala y los congresistas peruanos retrocede las posiciones a lugares aún más incómodos que los ofrecidos por la “política de cuerdas separadas” del gobierno de Sebastián Piñera, donde ingenua o interesadamente se pretendía que la intensificación del intercambio comercial terminaría por borrar toda discrepancia política, territorial o histórica.
En este período, la política exterior de la Presidenta Bachelet ha sufrido fuertes ataques desde el norte, en buena parte, producto del deterioro de los lazos políticos vecinales evidenciado desde hace varios gobiernos anteriores, pero la actitud de las autoridades peruanas obliga a que Chile responda redoblando la apuesta integracionista. Estratégicamente, caer en la trampa de los nacionalismos constituiría una réplica inconveniente que nos arrastraría exactamente hasta la posición que pretenden los belicistas.
Los últimos días demuestran, entre otras tantas cosas, que la semilla de la violencia, sea religiosa, nacional, étnica o cultural, se siembra en los lugares más insospechados y que sus trágicos frutos cobran preferentemente víctimas alejadas de los centros de poder donde se deciden las provocaciones.
En las casi cuatro hectáreas semibaldías del territorio chileno que infundadamente Perú decreta como propias, una opción interesante, ya planteada desde el progresismo, es la construcción de un parque o un monumento que bajo la bandera chilena homenajee la paz sudamericana. Junto con la pertinente presentación de la nota diplomática chilena en la que se reiteró nuestra posición y se objetó la pretensión peruana, además de todas las futuras acciones diplomáticas y jurídicas que una situación como esta amerite, la construcción del Parque de la Paz sería una simbólica manera de representar a nuestros vecinos la voluntad de mirar el futuro regional desde una perspectiva constructiva, pacífica y verdaderamente progresista.
Fuente: El Mercurio