Por Víctor Osorio.
El autor es director ejecutivo de la Fundación Progresa.
La última encuesta CADEM, realizada luego del término del Festival de Viña del Mar, mostró que el respaldo ciudadano a las marchas aumentó en un 10%, por lo que es posible inferir que a ello contribuyeron las múltiples manifestaciones de apoyo de los artistas a la causa de la rebelión ciudadana.
De acuerdo al sondeo, la aprobación a las manifestaciones se ubica en un 66%, 10 puntos más que hasta antes de iniciar el certamen viñamarino. El rechazo a las movilizaciones se redujo a un 31%, nada menos que nueve puntos menos que antes del evento.
Fue la confirmación final de que para el Presidente y su Gobierno se transformó en una pesadilla la 61° versión del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar que, a lo largo de sus seis jornadas, mostró una postura casi unánime de respaldo a la movilización ciudadana por parte de los artistas y un público que, en forma generalizada, ocupó el espacio de la Quinta Vergara para expresar su protesta social.
EL MONSTRUO PROTESTA
“Estábamos hoy reunidos con la fuerza de orden (…) Este es el último día de Festival y van a querer hacer, o algunos quieren hacer, incendiar la Quinta Vergara”, manifestó Sebastián Piñera en la mañana del 28 de febrero, en una conversación con una familia beneficiaria del “Bono Marzo”. Por cierto, ello no ocurrió. Más tarde, sus aseveraciones fueron respaldadas por el Ministro del Interior, Gonzalo Blumel, y el Mandatario, en entrevista en el programa Estado Nacional de TVN, aseveró que la Policía de Investigaciones había descubierto que en los cerros había elementos incendiarios para provocar un incendio por la parte de atrás.
En verdad, esas declaraciones eran un botón de muestra de la irritación del Gobierno con el desarrollo del certamen. Incluso el diario “La Tercera” publicó una nota titulada “El telefonazo de La Moneda a TVN a raíz de la molestia de Piñera con el Festival”, resultado de las palabras de apertura de la pareja de animadores, que parecían simpatizar con las protestas ciudadanas pero que, a juicio del Ejecutivo, no condenaron la violencia.
En el diálogo con la familia beneficiaria, Piñera también dijo: “Es muy duro ser Presidente. A uno le sacan la mugre en el Festival, en todas partes. Pero a mí me pasa que de repente veo a mi mujer, mis hijas, mis nietas llorando a mares, desesperadas, angustiadas”.
Ninguna de las medidas preventivas resultó. No hubo posibilidad de modificar la parrilla de artistas, la que estaba definida y resuelta previo al pasado 18 de octubre. Las presuntas “recomendaciones” a los artistas, si es que existieron, no tuvieron efecto alguno. Desde el escenario, en la música y el humor, fue casi unánime el respaldo a las demandas ciudadanas.
Las medidas para inhibir protestas tampoco prosperaron. Ya la primera jornada del Festival estuvo marcada por las protestas en las calles, las que continuaron en los siguientes días, en el marco de un enorme despliegue de control policial, no sólo para la represión de los incidentes desencadenados en el centro de Viña del Mar, sino para los propios asistentes al evento. En los días previos se había aseverado que el Gobierno desarrollaría un trabajo de inteligencia basado en la revisión de los datos de los compradores de las entradas, lo que fue desmentido por la empresa Punto Ticket y luego por la Ministra Karla Rubilar.
Aparte del incremento de los cierres perimetrales para el acceso y la intensificación de las revisiones, una de las medidas de seguridad más controvertidas que fueron aplicadas fue la aplicación de restricciones para ingresar carteles, antigua tradición de la concurrencia al Festival generalmente usada para apoyar a los artistas de preferencia o mostrar la presencia de personas procedentes de determinadas localidades. Ello se intentó fundamentar con razones técnicas derivadas de la transmisión de televisión, pero se interpretó como gesto de censura a que ahora los carteles se usaran para expresar protestas y demandas.
Ello se hizo verosímil considerando que en la primera jornada fue notoria la aplicación de “filtros” para invisibilizar los reiterados y generalizados gritos con consignas sociales.
Parecía que existía temor a que el “monstruo”, como desde larga data se llama al público del Festival, ahora se hiciera parte de la rebelión ciudadana que se inició el 18 de octubre de 2019.
Todo fue inútil. Se colocaron en las pantallas de televisión los gritos de la muchedumbre e innumerables carteles que pedían la renuncia de Piñera, denunciaban las violaciones a los derechos humanos y en particular las lesiones oculares, exigían el fin de las AFP, llamaban al Apruebo en el plebiscito constitucional de abril próximo. Las personas también hicieron maniobras ingeniosas para manifestarse: por ejemplo, escribieron la protesta en sus pechos y luego abrieron sus camisas durante el desarrollo del evento o ingresaron grandes globos de letras con los que crearon frases, en muestra de organización espontánea y complicidad. Frente al paso de las cámaras frente a la concurrencia, no pocos se cubrían uno de sus ojos, en un gesto que ya se ha hecho habitual para denunciar las lesiones oculares inferidas por la policía a los manifestantes.
AMOR POR LA CENSURA
Los conservadores siempre son capaces de sorprender. Las jornadas del Festival de Viña 2020 acumularon centenares de denuncias ante el Consejo Nacional de Televisión (CNTV). Contra el aclamado humorista Stefan Kramer por “apología a la violencia, la primera línea y el terrorismo”. Por su parte, la actriz y comediante Javiera Contador fue denunciada por “incitar al odio, rutina vulgar y utilizar a sus niños como objeto de burla”.
Mon Laferte sumó denuncias por “denigrar a Carabineros, llamar a alterar el orden público y apología a la violencia”. Fran Valenzuela también recibió denuncias por “incitar al odio”.
Incluso hubo denuncias contra el propio evento “por hacer propaganda política a través de los artistas”.
En un video difundido a través de Twitter, el senador Iván Moreira (UDI) afirmó que Mon Laferte representaría “la incitación de la violencia” y cuestionó que “los organizadores del festival tienen que hacerse responsables de qué artista invitan, más aún cuando saben perfectamente con antelación qué expresiones van a tener en el escenario, expresiones de división entre los chilenos”.
“Mon Laferte se pudo haber llevado todos los premios, pero ella es la expresión de incitar a la violencia. Aún más: es parte de la consigna ‘matapacos’, que lo único que quiere es destruir a la institución policial que a ellos mismos los protege”, aseveró. Añadió que dicha “incitación” de la intérprete “termina arruinándole la vida a todos los chilenos, porque eso es lo que en definitiva ha ocurrido con el estallido social: Chile despertó, pero despertó el anarquismo, la delincuencia, la violencia en las calles”.
Previo a la clausura del Festival, Moreira hizo un llamado, a través de las redes sociales, a la organización del evento a poner filtro al vocalista de Noche de Brujas. “¿Los organizadores del Festival van a permitir que este Sr. Kanela (…) continúe en Viña del Mar con sus insultos y groserías al Presidente de la República? Esto ya pasó en Chiloé”, anotó.
La encuesta CADEM mostró el nulo impacto que tienen acciones de esa naturaleza sobre el estado de situación del país. Respecto del Presidente de la República, un 12% aprueba su gestión, al igual que en el sondeo anterior. Mientras que un 81% lo desaprueba, destacando entre las razones no satisfacer las demandas sociales (38%), no controlar el orden público (28%), mal equipo de ministros (20%) y el estado de la economía (8%).
Sobre la aprobación del Gabinete, la cifra alcanzó el 14% de aprobación con desaprobación del 81%.
Asimismo, la encuesta incluyó consultas sobre el Festival de Viña 2020. El 67 por ciento de los consultados indicó haberlo visto. El 73% evaluó positivamente la rutina humorística de Kramer; un 66% dio su aprobación a la presentación de Mon Laferte; y un 56 por ciento a Javiera Contador.
En cuanto al llamado estallido social, un 71% piensa que la crisis que se está viviendo en el país corresponde a un descontento social generalizado, mientras que un 21% estipula que se debe a un problema de orden público, que es la interpretación en que insiste el Gobierno. Asimismo, un 70% de los encuestados señala que cuando Chile logre superar la crisis será un mejor país.
Santiago, 3 de marzo 2020.
Fuente: Crónica Digital.