Ilich Silva Peña
La pandemia por coronavirus ha llevado a tomar la decisión de cambiar las clases presenciales por actividades a distancia, trayendo consigo un conjunto de tensiones. Esta abrupta transición desafía tanto a docentes como estudiantes y las familias. En distintas partes del planeta, las instituciones educativas se encontraron de un momento a otro en un escenario distinto al planificado.
Si queremos disminuir las consecuencias traumáticas de esta pandemia, necesitamos comprender que hoy no se requieren clases a distancia, se requieren clases de emergencia. Y como en toda emergencia, debemos apuntar a lo esencial.
Uno de los primeros problemas revelados fue la inequidad de infraestructura para la utilización óptima de la tecnología. Estudiantes que carecen de acceso a Internet, familias que no tienen computadores para todos/as, docentes con espacios de trabajo improvisados, entre otros problemas. La respuesta a la pandemia, además de mostrar la brecha tecnológica, obliga a las familias que tienen acceso a dosificar el uso de la conexión. La emergencia condujo a docentes a ajustar el plan que tenían previsto. A los problemas de infraestructura se suman los de preparación. Aprender de manera rápida el nuevo entorno virtual es otro de los desafíos, en especial para docentes cuya tradición es el trabajo presencial.
Como si todo esto fuese poco, los procesos educativos están envueltos en un conjunto de emociones que no ayudan a una concentración en el aprendizaje (para estudiantes) ni en la enseñanza (para docentes).
Sé que muchos y muchas colegas están dándolo todo para continuar el proceso educativo. La organización de los tiempos ha variado. Poco a poco se comienza a pensar en actividades asincrónicas como una forma de aportar en la distensión del ambiente.
Toda la comunidad debe comprender que no es necesario trasladar de modo automático la clase presencial expositiva a una videoconferencia expositiva. Aquello solo aumenta el stress. Hoy más que nunca se necesita hacer frente a esa pedagogía bancaria de la que nos hablaba Freire. Pensar que solo necesitamos depositar contenido en la mente de educandos es quizás el error y no la tecnología. Hoy no es momento del contenido.
El control a través del contenido y su expresión en las pruebas estandarizadas se evidencia en medio de la pandemia por covid-19. Si en el contexto habitual no podemos controlar, menos ahora. Para cualquiera que lleve más de un año en la docencia sabe que es imposible que la planificación resulte tal cual fue concebida.
Por supuesto que tiene importancia la planificación de la clase, sin embargo todos aquellos imponderables se multiplican en un espacio educativo al que no estamos acostumbrados. Por esta razón, no es extraño que existan actividades que puedan fallar. Una clase en línea tiene una infraestructura específica, una preparación determinada, una forma de hacerlo. Ya pasadas las primeras semanas de este proceso, habiendo superado la frustración inicial, debemos pensar en qué es lo central y sobre eso actuar.
La pedagogía de emergencia tiene como objetivo principal la capacidad de construir la esperanza. La continuidad del proceso educativo permite decir: “esto es un paréntesis”, “esto continúa”.
A través de la mantención del trabajo educativo construimos esperanza cotidiana, manteniendo las relaciones diarias, ritmos, hábitos. Por esta razón, la pedagogía de emergencia necesita dejar lo complejo, ir a lo simple, a lo esencial sin marearse con la tecnología.
También, la continuidad de la relación permite señalar que pensar en “vacaciones” en estos momentos sea un error pedagógico. La decisión de cortar el nexo que mantiene la relación con los pares solo puede venir de personas que piensan de modo tecnocrático más que pedagógico.
Hoy, más de un tercio de la población mundial está en situación de confinamiento. La pedagogía de emergencia se ha tomado el campo educativo y no sabemos por cuánto tiempo exactamente.
Esta será una experiencia que llevaremos en nuestros cuerpos por el resto de nuestra vida. Como dice Dewey, la educación es experiencia, pero no toda experiencia es educativa.
Por esta razón es que debemos pensar la forma en la que estamos educando en el 2020. La educación en medio de la pandemia por coronavirus definirá la vida de muchas personas. Para nadie será un año perdido, al contrario, serán muchos los aprendizajes que tendremos durante este periodo.
Para siempre recordaremos a la profesora que nos acompañó en los momentos más difíciles, por siempre estarán con nosotros aquellos compañeros y compañeras que a la distancia compartieron el camino de la esperanza.
En el contexto actual, la clase en emergencia será el refugio, será la forma de continuar, aquél lugar donde la amalgama de vivencias cotidianas se constituye en el aprendizaje perdurable. La clase de emergencia será aquél sitio protegido que nos contuvo en los momentos crisis.
Fuente: Cooperativa