Por Víctor Osorio.
El autor es director ejecutivo de la Fundación Progresa.
Hoy Donald Trump abandona la Casa Blanca. A pesar de sus esfuerzos por desconocer sin evidencias la victoria de Joe Biden a través de procedimientos judiciales, y el inédito asalto de sus partidarios al Capitolio, el desenlace es inevitable e irreversible. Ya hizo público un discurso de despedida, pregrabado, con nula autocrítica, pero en el que reconoció que se entregará el poder “a una nueva administración el miércoles”, aunque sin mencionar por su nombre al demócrata.
Los extremistas de derecha que se sintieron interpretados, como nunca antes, por Trump y sus bravuconadas de ultraderecha, seguramente recibirán como balde de agua fría la noticia del cambio de gobierno. Por cierto, en el interior del país del norte, pero también a lo largo del mundo. Sin ir más lejos, en Chile aún no se han olvidado las banderas de Estados Unidos y los carteles de apoyo a Trump que se enarbolaron en las marchas del Rechazo durante la campaña del plebiscito constitucional. Ello también fue evidente en el cerrado respaldo que otorgaron a Trump a en las redes sociales, acogiendo sus falsas imputaciones de fraude y, hace unos meses, expresándole su simpatía frente a las protestas por la muerte de George Floyd, las que atribuían a una conspiración planificada, al igual que en el caso de la revuelta social en nuestro país.
Uno de los componentes del universo de extremistas de derecha que respaldaron a Trump fue un sector de las iglesias protestantes y evangélicas de Estados Unidos, que han ejercido influencia determinante en la configuración de la derecha evangélica en Chile. En ambos casos, se ha pretendido manipular políticamente las honestas convicciones religiosas de las personas identificadas, por un acto de fe, con esta corriente del cristianismo, empujándolas a optar por la derecha conservadora, como si ello fuera resultado de un mandato bíblico y una inspiración divina.
El tema ha sido objeto de abundantes análisis. Un reporte de la BBC de Londres de octubre de 2020, un poco antes de las elecciones, consignó que “ese grupo religioso es hoy un pilar electoral del Partido Republicano” y de Trump. Agregó que “en las elecciones de 2016 en Estados Unidos, uno de cada cuatro votantes se identificó como cristiano evangélico blanco, según encuestas. Y la gran mayoría de ellos (81%) votó por Trump”. En esta oportunidad, detallaba, “cerca de ocho de cada 10 votantes de ese grupo se inclinan a votar por él, según encuestas”. En la campaña, Trump acusó a Biden de estar “contra Dios” y “contra la Biblia”.
Un amplio reportaje de “The New York Times”, publicado el 13 de enero, habló de la fusión de “los cristianos evangélicos blancos” con el extremismo de derecha. Al respecto, señaló que una “potente mezcla de agravio y fervor religioso ha impulsado el apoyo entre los leales a Trump, muchos de los cuales se describen como parte de una especie de guerra santa”.
El reportaje comenzaba relatando que “antes de que los miembros autoproclamados del grupo de extrema derecha Proud Boys marcharan hacia el Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero, se detuvieron para arrodillarse en la calle y orar en el nombre de Jesús. El grupo, cuyos participantes han adoptado posturas misóginas y antiinmigrantes, oró para que Dios trajera ‘reforma y renacimiento’ (…) Le pidieron a Dios la restauración de su ‘sistema de valores’ (…) Además, invocaron la protección divina para lo que estaba por venir (…) Luego se pusieron de pie. Con un megáfono, el líder declaró que los medios de comunicación debían ‘quitarse de mi maldito camino’. Después procedieron a caminar hacia el Capitolio”.
Comentó que “la presencia de rituales, lenguaje y símbolos cristianos fue inconfundible el miércoles 6 de enero en Washington”. Al respecto, advirtió que “los rincones más extremos de apoyo a Donald Trump se han vuelto inseparables de algunas partes del poder evangélico blanco en Estados Unidos. En lugar de tener vertientes de apoyo completamente separadas, estos grupos se han mezclado entre sí cada vez más”.
Y proporcionaba ejemplos. Lindsay French, una evangélica de 40 años de Texas, “decidió ir a Washington luego de recibir lo que denominó como una señal tipo ‘zarza ardiente’ de Dios para participar en el evento, tras las peticiones de su pastor a los feligreses” de “detener el robo”. Dijo que “estamos en una lucha del bien contra el mal, de la oscuridad contra la luz”, y declaró que se estaba alzando como la reina Ester, la heroína bíblica que salvó a su pueblo de la muerte.
Oren Orr, un arboricultor de Carolina del Norte, lugar donde asiste a una iglesia, arrendó un automóvil para conducir a Washington. Llevaba su bandera estadounidense y su esposa una bandera cristiana. “Trump podría ser el último Presidente en creer en Jesús”, señaló. Agregó que traía además una pistola Taser. “Sé que el Señor me respalda”, comentó.
Abigail Spaulding, madre de 15 hijos y dueña de casa viajó a las protestas con amigos de su iglesia en Carolina del Sur. “Rompió en llanto mientras hablaba del temor que sentía por sus hijos bajo un gobierno de Biden”. Indicó que les habían explicado que, si Biden asume como Presidente, “ellos pueden tomar la Biblia, llamarla discurso de odio y desecharla”.
En este sentido, es interesante revisar las declaraciones que connotadas figuras del mundo evangélico ultraconservador de Estados Unidos hicieron sobre el resultado de los comicios presidenciales, antes y después de que concluyera el proceso electoral.
Kat Kerr es una de ellas. Es una autoproclamada “profeta” que afirma tener una línea directa con Dios. Señala que su sitio web “The Revelation Zone” como una fuente de “revelación continua sobre el cielo, el reino espiritual”.
En una crónica publicada en el sitio evangélico “Noticia Cristiana”, se indicó que Kerr declaró en una entrevista que “las rocas están a punto de moverse y Trump será el Presidente, sin importar lo que escuches”. Aseguró que Trump ganaría y permanecería en la Casa Blanca: “Empezará con una llamada telefónica y puedo decirte que te sorprenderá ver cuánta difusión se produce, pero Trump ganará, será el Presidente de Estados Unidos, se sentará en esa oficina cuatro años más y Dios se saldrá con la suya en este país”.
La nota recogía declaraciones del pastor Jeremiah Johnson, otro popular “profeta”, dijo en un mensaje a sus seguidores: “Donald Trump realmente ha ganado la elección y estamos siendo testigos de un diabólico y malvado plan para robar la elección”.
Tiempo antes, según “Noticia Cristiana”, Johnson compartió un “sueño profético” sobre Trump corriendo una carrera, la que interpretaba era sobre la elección. “Y a unas 100 yardas de la meta, tropezó y se cayó y no pudo levantarse, la multitud le escupía, se burlaban de él, y de repente, dos mujeres mayores que sabía que eran baby boomers (personas de la generación nacida entre 1946 y 1964), de alguna forma se abrieron paso entre la multitud y sobrenaturalmente levantaron a Trump y le ayudaron a llegar a la meta. Creo que Dios está llamando a los baby boomers de esta nación para que se pongan de pie y crean conmigo que lo mejor está por venir”.
Apenas dos semanas antes de la elección presidencial habló la pastora Denise Goulet de la Iglesia Internacional de Las Vegas, cuyo sitio web destaca “su fuerte visión profética”. Según CBN News, declamó: “A las 4:30 (AM) el Señor (Dios) me dijo: voy a darle a su Presidente una segunda victoria”.
El famoso evangelista Pat Robertson, magnate de un imperio de medios de comunicación y presidente de Christian Broadcasting Network, señaló en un mensaje reproducido por CBN News que “el Señor me dijo que el Presidente va a ser reelegido”.
Casi un año antes de las elecciones, el pastor de la Iglesia Bethel de California, Kris Vallotton, transmitió un mensaje “profético” titulada “Soberana Providencia”, que fue publicado en el sitio web de la iglesia. “Creo que el Señor le otorgará al Presidente Trump otro período (…) Porque el Señor lo quiere”. En el portal en Internet de la entidad eclesiástica se indica que Vallotton es “un padre espiritual para esta generación”.
El evangelista Lou Engle es cofundador de TheCall, un movimiento evangélico de oración, y luego de conocerse los resultados que daban por ganador a Biden, transmitió un mensaje en que señalaba: “Mi corazón está profundamente animado esta mañana. En primer lugar, que Dios gobierna los asuntos de los hombres y podemos confiar profundamente en Él (…) ¿Orarías con nosotros en estos días… decretarías una revelación de todo lo que está oculto? (…) Creo que Dios se está levantando ahora. Esta revelación podría provocar un cambio repentino de eventos en Estados Unidos. Entonces, decimos por el bien de Sion: Exponga, exponga el fraude electoral. Exponga, en el nombre de Jesús”.
La pastora Paula White, consejera espiritual de Trump y que ocupó un cargo oficial en la Casa Blanca en una transmisión en vivo en su canal de YouTube dijo que “confederaciones demoníacas” intentaban robar las elecciones a Donald Trump. Cerraba los ojos, gesticulaba y hablaba en lenguas, y declamaba: “Rompemos y dividimos cada confederación demoníaca contra Estados Unidos, contra las elecciones, contra la verdad declarada en la Casa Blanca”. Agregó: “Las rompemos en nombre de Jesús, generamos confusión en cada confederación demoníaca. Golpea, golpea, golpea, golpea, golpea y golpea, hasta que tengas la victoria frente a cada enemigo (…) Tú nos darás la victoria. Escucho un sonido de victoria, escucho un sonido de gritos y cantos, escucho un sonido de victoria”.
White fue la evangélica más influyente en la Administración Trump. Llegó a aseverar, un año antes de la elección presidencial, que los opositores “operan en hechicería y brujería” y que “cualquier persona (o) entidad que esté alineada contra el Presidente será expuesta y derrocada por la sangre de Jesús”.
Por cierto, a toda persona, religiosa o no, que sostenga un mínimo principio de racionalidad, esas declaraciones pueden sorprender o invitar a la mofa. Por cierto, provocan escepticismo en los cristianos no evangélicos o incluso evangélicos que no aceptan la existencia actual de un “don de profecía”. Y causar rechazo en los cristianos que no ven contradicción entre sus convicciones religiosas y una opción política o social progresista.
A los cristianos evangélicos que han prestado oídos a los pastores que pretenden manipular su inspiración espiritual, habría quizás que recordarle que la Biblia, en la que afirman creer como Palabra de Dios, alerta reiteradamente contra los “falsos profetas”, los que –según dijo Jesús conforme al Evangelio de Mateo– “engañarán a muchos”. Y también la Biblia, en Deuteronomio, indicó como poder reconocerlos: “Cuando un profeta hable en el nombre del Señor, si lo que fue dicho no acontece ni se cumple, ésa es palabra que el Señor no ha hablado. Con arrogancia la ha hablado el profeta. No tendrás temor de él”.
Mientras tanto, Joe Biden prestará juramento hoy sobre una gran Biblia familiar, la que ha estado en la familia desde 1893 y ha utilizado para sus siete ceremonias de juramento como senador y dos veces para sus juramentos como Vicepresidente de Barack Obama. También fue usada por su difunto hijo, Beau, cuando juró como Fiscal General de Delaware.
Por su parte, la Vicepresidenta electa, Kamala Harris, jurará su cargo sobre dos Biblias. La primera perteneció a una amiga de la familia, Regina Shelton; y la segunda fue propiedad del fallecido juez Thurgood Marshall, que fue el primer afroamericano en formar parte del Tribunal Supremo de Estados Unidos.
Biden y Harris fueron estigmatizados por los evangélicos ultraconservadores de los Estados Unidos como ateos o personas que actuaban por “inspiración satánica”. De la misma forma que la derecha evangélica lo ha hecho en Chile para atacar a los hombres y las mujeres de fe que no han olvidado el salmo bíblico que proclama que Dios “ama la justicia y el derecho”.
Santiago, 20 de enero 2021.
Fuente: Crónica Digital.