El fin de la primera guerra mundial marcó el derrumbe de uno de los imperios más antiguos de Europa, el de los Habsburgo, heredero de Carlos V de Alemania – Carlos I de España -, en cuyas decía “nunca se pone el sol”, debido a la enorme extensión. Los últimos Habsburgo están marcados por la mala suerte: Francisco Fosé se casó – emperador austro-húngaro – se casó con Isabel de Baviera, más conocida como Sissi, – su biografía inspiró una famosa película “Sissi emperatriz” que, en el rol principal actuó Romy Schneider; ambas tuvieron sendos fines trágicos, pues la emperatriz fue asesinada por el anarquista Luigi Lucheni, y la actriz, probablemente, se suicidó, a los 43 años de edad -.
Sissi odiaba la corte y se dedicó, como mecanismo de escape, a pasear por todo el mundo; Padecía de anorexia y tenía, además, el trastorno histérico de conservarse joven y bella. Su hijo, Rodolfo, heredero del trono, tuvo una infancia carente del afecto de sus padres, quienes confiaron su educación a un militar déspota, que lo forzaba a una educación violenta y cruel; Sissi logró el cambio de preceptor por un gran académico, científico y de tendencia liberal.
Rodolfo, a diferencia de su padre, había heredado de su maestro el liberalismo y tanto le desagradaba el absolutismo que publicó artículos, en periódicos, contrarios a la monarquía. Rodolfo, a diferencia de sus progenitores, era ateo confeso, y le molestaba los curas católicos que rodeaban la corte; en la única afición en que se asemejaba a su padre era en caza de ciervos.
El heredero del imperio estaba casado con Estefanía de Bélgica, una mujer antipática, celosa y nulo carisma; al poco tiempo, este matrimonio fracasó debido a que al heredero al trono prefería las prostitutas a su mujer. Luego, tuvo un amor loco y, al parecer, muy intenso, con María Vetsera, una baronesa.
En Mayerling, castillo real, que servía de albergue a la familia del emperador, fundamentalmente destinado a la caza, aparecieron muertos Rodolfo y su amante, María Vetsera. Al día siguiente, la noticia apareció en los medios de comunicación de la época, sosteniendo distintas versiones: que Rodolfo había disparado a María y, luego, se habría suicidado y, otra, que dejaba entrever la posibilidad de haber sido un asesinato.
El emperador, Francisco José, escribió una carta al Papa León XIII, en la cual le comunicaba que su hijo había sido asesinado – la iglesia prohibía enterrar a los suicidas bajo el rito católico – y, en efecto, Rodolfo fue enterrado según la ceremonia de la iglesia.
En la presentación del cadáver hay varios hechos discutibles: en primer lugar, una plataforma muy alta, tal vez para que el pueblo no pudiese ver detalles tan importantes como la mano enguantada del archiduque que, a lo mejor escondía las heridas sufridas en la defensa de un tercero; en segundo lugar, todos los muebles del palacio Mayerling habían sido retirados, incluida la cama; sobre este tópico no existe documento alguno, un verdadero hoyo en la historia.
Las hipótesis sobre Mayerling podrían multiplicarse: 1) que lo mandó asesinar su propio padre, por razones de Estado, ante el peligro que representaba para el imperio, debido a sus tendencias liberales; 2) que hayan sido los húngaros los autores de su muerte ante el temor de un cambio en la estructura del imperio, que los colocara en igualdad con los checos; 3) que hayan sido los alemanes los causantes de su muerte, por medio de un agente de Bismark; 4) que haya sido asesinado por mandato de los curas. Todas estas hipótesis eran plausibles, pero aún ninguna se ha probado, y Mayerling sigue siendo un misterio de la historia que resta por resolver.
En la próxima columna volveremos a escribir sobre otra historia de amor y de muerte, esta vez la de Francisco Fernando y Sofía Chotek, en esta serie sobre el derrumbe de los imperios después de la primera guerra mundial.
Rafael Luis Gumucio Rivas
02/07/2014