“Pareciera que es pecado ocuparse de la familia: ¿Qué debiera decir, que todo el mundo fuera marica y que nadie se case?” (Sergio Díez, ex senador y actual encargado de la comisión de familia de RN). El mismo personaje, posteriormente, sostiene que “la familia transmite la tradición a nuestros hijos. Eso no sucede con la cosa homosexual. Eso no es familia, no es nada”. Además, sostiene que “las relaciones entre personas del mismo sexo son asimilables a la poligamia”. Carlos Larraín, presidente de Renovación Nacional, fue aún más crudo que Sergio Díez, quien afirmó, en uno de los programas de Tolerancia Cero: “tendríamos luego que apoyar a los grupos que proponen relaciones anormales con los niños o a los grupos que proponen la eutanasia, por lo que he oído, hay una tremenda variedad, entiendo que hay personas que les gusta tener relaciones con animales, hay literatura sobre eso: la zoofilia”. Es cierto que Larraín pidió disculpas sobre tan brutales y discriminatorias declaraciones que, nada menos que comparaba la homosexualidad con delitos como la pedofilia.
El presidente Sebastián Piñera, concederá a los matrimonios que, heroicamente hayan completado 50 años de matrimonio, un bono de $250.000. Este es un viejo proyecto de la derecha conservadora que está desfasado de la realidad de las parejas en el Chile de hoy, donde casi la mitad son uniones llamadas “de hecho”, y hay un porcentaje de homosexuales, lesbianas y transexuales que viven en común y no existe ninguna legislación que proteja a este tipo decisiones
Más allá de la biografía de los prohombres que profieren frases tan folclóricas y de una homofobia que linda en desprecio a toda forma de unión que no sea el matrimonio patriarcal – entre un hombre y una mujer, cuya función fundamental sea la procreación- Sergio Díez, Carlos Larraín y muchos de sus seguidores conservadores expresan una concepción de las relaciones humanas que pretende sentar la base de que la homosexualidad es una anomalía o, al menos, una enfermedad. Estos nuevos inquisidores del siglo XXI pueden aceptar como un hecho que ocurre en la esfera de la privacidad, sin embargo, jamás estarán de acuerdo, por principio, con el matrimonio entre personas del mismo sexo, mucho menos que parejas del mismo sexo pueden adoptar o vivir con sus hijos – como ocurriera, hace unos años, en el caso de la jueza Atala-.
Carlos Larraín, presidente de RN, plantea, con claridad y sin matices, su oposición al proyecto de ley, presentado por Andrés Allamand, sobre Acuerdo de vida en común: “es un asunto secundario”, incluso, sostiene que, so pretexto de regular legalmente las uniones de hecho, este proyecto se parece bastante al matrimonio, con el agravante de incluir a las parejas heterosexuales y homosexuales, lo cual podría ser un primer paso para los matrimonios entre personas del mismo sexo, como ocurrió recientemente en Argentina, y que se aplica en varios países del mundo.
La visión conservadora del matrimonio se ha mantenido durante los doscientos años de nuestra historia republicana: hasta las leyes laicas del presidente Domingo Santamaría, la iglesia tenía el monopolio de la institución matrimonial; famoso fue el caso del diputado Agustín Palazuelos que, al negársele el derecho de contraer el vínculo, contrajo matrimonio ante sus amigos, que actuaron como testigos. Posteriormente, la iglesia católica logró influir en los diputados católicos para que fuera imposible una ley de divorcio vincular, que sólo pudo ser aprobada recientemente.
Es cierto que la humanidad ha progresado mucho respecto a las libertades individuales en los mal llamados “temas valóricos” que, a nuestro modo de ver, constituyen problemas fundamentales de la sociedad contemporánea, sin embargo, el peso de los sectores más regresivos ideológicamente sigue gravitando en una sociedad tradicional como la chilena. Sería injusto ubicar a los reaccionarios solamente en la UDI, pues los hay también en RN y en sectores conservadores a ultranza de la Democracia Cristiana.
Cuando planteamos un proyecto sobre derechos sexuales y reproductivos, se constituyó una bancada que se autodenominaba como defensores de la vida, de carácter transversal, impidiendo todo debate sobre el tema demostrando, una vez más, su concepto totalitario sobre las relaciones sociales.
Un conjunto de diputados planteó cambiar el artículo 102, del Código Civil, redactado por don Andrés Bello en el siglo XIX, modificando dos palabras: “un contrato solemne entre dos personas por “entre un hombre y una mujer”, y se borra también la palabra procrear, manteniendo los términos de “la ayuda mutua”. Nuevamente, esos sectores ultraconservdores impidieron un cambio, que según ellos, terminaría destruyendo la familia y favoreciendo el matrimonio entre personas del mismo sexo que equivaldría a consagrar la anormalidad.
La tarea del senador Andrés Allamand, para lograr el apoyo de la derecha y des sectores de la Democracia Cristiana, parece bastante difícil, pues en su propio Partido, la mayoría eligió a Carlos Larraín como su presidente, y la mayoría de la UDI es contraria a toda legislación que esté inspirado en algún ideario liberal. Es de esperar que los sectores liberales y progresistas logren doblar la mano a los conservadores.