Por Andrés Solimano.
Cómo el entrante gobierno aborde los desafíos económico-socialesserá clave parael éxito delanueva administración. En el gobierno de Sebastián Piñera,la economía creció a una tasa anual del 5.3% y se crearon cerca de un millón de empleos,aunque de diversa calidad. Sin embargo, este ciclo expansivo está agotando su ritmo reciente. Las proyecciones para el 2014 y años siguientes se acercan más al 4%anual que al 5% de años anteriores. Por cada punto porcentual de menor crecimiento, el país deja de percibir cerca de U$S 3 mil millones, lo que repercute, principalmente, en la clase media, sectores populares y en las finanzas del Estado. El contexto externo también luce incierto dada la “normalización” de tasas de interés en Estados Unidos y la desaceleración del crecimiento en China, país del que dependemos crucialmente para el precio del cobre y el volumen de comercio.
Un tema central de la última campaña presidencial fue la alta desigualdad económica y social. El 1% más rico de la población recibe el 33% del ingreso nacional y, según la revista Forbes, sólo cuatro familias chilenas acumulan una riqueza neta de U$S 45 mil millones. Por otro lado, un tema poco discutido pero muy importante, es la sostenida desindustrialización de nuestra economía. Un estudio de ASIMET revela que en Chile el sector industrial representa sólo el 10% del PIB mientras que el promedio en economías emergentes es 16%. El peso relativo actual de la industria en Chile es equivalente al de la década de 1930.
Chile tiene un nivelde gasto militar de los más altos de América Latina, relativo al PIB, pero un bajo nivel de gasto en educación públicay cultura. Gastamos mucho en armamento pero poco en libros, clases, conciertos, arte y deportes. Además debemos mejorar las escuálidas pensiones que recibirán la mayoría de los chilenos, afiliados por ley, al sistema privado de las AFP.
Esperamos que el gobierno entrante enfrente estos desafíos con convicción.Aunque el nuevo equipo, en lo grueso, parece ser más bien de continuidad con el neoliberalismo y no de ruptura con éste. Lo que implicaría lentos avances para la equidad social.
No hay un compromiso explícito para detener la creciente privatización y desnacionalización de la gran minería, revertir la desindustrialización, reducir el gasto militar, reformar estructuralmente el sistema de las AFP y definir el método de generación de una nueva constitución. Lo anterior podría cambiar si la Presidenta, apoyada en su respaldo electoral, desafía el statuquo y la inercia reinante, y emprende reformas más amplias en las áreas mencionadas. Lo anterior, pensamos, concitaría apoyos de sectores más allá de su coalición, incluida una expectante pero escéptica ciudadanía.
Publicado en: La Segunda