El gobierno de Sebastián Piñera ha dado muestra de una gran descoordinación en cuanto al esperado Plan de Reconstrucción y su financiamiento. Hemos asistido a un sinnúmero de declaraciones confusas, a ratos contradictorias, sin que se termine de aclarar cuales serán, en definitiva, las fuentes de financiamiento para desarrollar el Plan de Reconstrucción. Eso, sin mencionar la poca claridad sobre las medidas que se pretenden desarrollar. Lo que no impide reconocer que ha tenido el coraje de abordar, como pocos gobiernos antes, una importante reforma tributaria.
Hasta la fecha se han explicitado una serie de posibles fuentes de financiamiento, tales como el alza de impuesto de primera categoría, la emisión de bonos soberanos, un eventual crédito internacional y finalmente, la venta de activos del Estado, en particular la participación de Codelco en la Empresa Eléctrica del Norte Grande (Edelnor). Sin bien nadie discute que el Plan de Reconstrucción deba recurrir a diversas fuentes de financiamiento, es preocupante que en la urgencia del debate, se pretenda incorporar la venta de activos del Estado. Esta propuesta –que carece de fundamentos técnicos- pareciera más bien ser una decisión política que busca compensar el impacto del alza de impuesto en aquellos sectores más conservadores de la Alianza por el Cambio. No es genuino que el gobierno intente vender activos del Estado, amparándose en la urgencia que vive el país. Con esto se pretende desarrollar un falso discurso según el cual discutir las medidas de financiamiento atenta contra la reconstrucción y por ende contra el país. Sin embargo, el gobierno no sólo muestra su verdadero rostro, sino que se vuelve a equivocar. En efecto, el gobierno ha admitido que el costo final que se tendrá que desembolsar para enfrentar el terremoto del 27 de febrero será de unos 9.300 millones, menos de un tercio de lo que se había alegado. Lo anterior no sólo demuestra la descoordinación del gobierno, sino deposita una sombra de duda sobre el plan que se está preparando para financiar la reconstrucción. La prudencia indica que cualquier decisión económica de semejante alcance no puede ni debe responder a una necesidad coyuntural, más aún considerando que Chile goza de una situación económica que le permite recurrir a otros mecanismos de financiamiento. Por ejemplo, la participación de Codelco en Edelnor es de suma importancia ya que se trata de un activo estratégico para el buen desarrollo de la producción minera. Considerando las debilidades que exhibió el terremoto en términos de ausencia de activos estratégicos, léase telefonía, electricidad y transportes, resulta incomprensible que se busque de vender este tipo de activos estatales en este momento. Por otra parte, si se trata de solidaridad, se debe traducir en un alza impositiva permanente para las grandes empresas. Incluso, como fue propuesto en mi programa de gobierno, se podría subir el impuesto a los alcoholes y el Royalty a la Minería. Los chilenos debemos sentirnos orgullosos de la forma en que nuestro país ha enfrentado el terremoto. No sólo en términos de la solidaridad humana demostrada, sino en términos de la resiliencia de la economía y la estructura social. Sin embargo, el gobierno no ha logrado desarrollar una estrategia coherente para abordar la catástrofe. A pesar de haber llegado al poder con un discurso de eficiencia y orden, las nuevas autoridades se han mostrado erráticas en sus propuestas, muchas veces tomando decisiones del último momento – como en el caso de la depreciación acelerada – y, sobre todo, no han sabido aprovechar la enorme oportunidad que representa esta reconstrucción. En efecto, este proceso podría llegar a ser un espacio de participación social que, desterrando el asfixiante centralismo con que funciona el gobierno, permita que los ciudadanos sean los protagonistas de su propia reconstrucción. Es también una oportunidad para disminuir las brechas sociales y fomentar el desarrollo de las comunidades, estimulando la producción local en lugar de privilegiar la compra de bienes a los clásicos grandes proveedores. No obstante y a pesar de ser un país rico en opciones, la falta de imaginación, audacia y claridad del gobierno podría prolongar los duros días de los damnificados, desaprovechando las oportunidades de largo plazo que podría significar el proceso de reconstrucción. Chile espera. |