Por Miguel Márquez.
Director Programa Medio Ambiente y Energía.
Hace algunos días atrás, el Presidente Piñera dio a conocer su Plan Estratégico Energético para los próximos 20 años. Este Plan, que en estricto rigor es eléctrico (sólo 16% de la matriz energética), es una versión edulcorada del modelo eléctrico impuesto desde la dictadura militar y mantenido por la Concertación.
¿Qué tan errado?, ¿qué tan malo o qué tan ineficaz?, ¿qué tan injusto o desigual?, ¿qué tan sucio es? y qué tan previsor o estratégica es la propuesta eléctrica del mundo del gran negocio? Numerosas y complejas preguntas que intentaremos abordar someramente a la luz de los anuncios del Gobierno y de paso, trazar algunas ideas y propuestas.
La propuesta (estratégica): se trata de un resumen de las medidas contenidas en el Informe de su Comisión Asesora para el Desarrollo Eléctrico publicado hace algunas semanas. Esta Comisión está conformada por asesores de empresas eléctricas, ex Ministros o funcionarios de la Concertación y consultores del gobierno, en suma, compartidores de un modelo marginalista y de oferta eléctrica impuesto por más de tres décadas con los resultados que la ciudadanía conoce. Desde su concepción y origen no existe sorpresa alguna en los anuncios y todo calza: una propuesta de ellos para ellos.
El anuncio: excluyó a ciudadanos y Pymes que son los que pagan las crecedoras pero rentables y reguladas tarifas eléctricas. En los países de la OCDE, propuestas de carácter estratégico en el que se involucran a dos o tres generaciones, los ciudadanos y las Pymes opinan, debaten y hasta votan. Y éstos cometen incluso el acierto de cerrar planes nucleoeléctricos (Suiza, Alemania, Italia, entre otros) o carboneros. Por el contrario, usando similares eufemismos y subterfugios del Gobierno de Bachelet, el Presidente Piñera declaró que: “no construirá ni decidirá plantas nucleares durante su gobierno” (el promedio en el mundo para su construcción toma entre 15 y 20 años y normalmente 10 a 15 veces los presupuestos originales), pero, señaló, se continuará con los “estudios para conocer mejor esa energía, en capacitar mejor a nuestro ingenieros y en perfeccionar nuestra institucionalidad”. Ni la declaración ni el informe de expertos incluye posibles viajes formadores a Fukushima. Peor aún, ese informe de expertos del Gobierno señala al respecto que esta opción -la nuclear- sería: seguro para las personas y el medio ambiente (sic), económicamente interesante (resic!), de bajo impacto global y local…para más adelante culminar señalando que la opción nuclear: “sería un seguro estratégico que permitiría garantizar el suministro energético sustentable” (Informe CADE, pg. 172. Nov.
Un modelo de desarrollo (eléctrico) ineficaz: La lista de caídas de sistema, totales o parciales, es larga. Quienes más sufren sus impactos son los rehenes del sistema: la gente y la Pyme. Los grandes tienen equipos de respaldo y negocian tarifas con las eléctricas. El modelo marginalista, basado en el despacho o venta de electricidad de las centrales “más económicas” beneficia a las empresas generadoras grandes y premia las opciones sucias y caras. Lo esencial de este modelo es que mientras “más se vende más se gana”, estructuralmente reñido con un mejor usamos la energía más gana el país, la gente y el medio ambiente. Acorde a datos del propio Ministerio de Energía la dependencia y la vulnerabilidad han aumentado.
¿Porqué se mantiene este modelo?: desde ya el hecho de contar con tres Ministros en un poco más de un año (4 con Tokman que comparte el modelo), es reflejo de la importancia que se le otorga en los hechos a esta cartera, consecuentemente, el balance de realizaciones es magro por no decir nulo y las dificultades crecientes. ¿Recuerdan alguna medida de importancia frente a los desafíos energéticos asociados al precio del petróleo, el alto consumo y contaminación por (mala) leña y el sostenido aumento de tarifas y de caídas de sistemas? ¿Qué explica tal sequía de ideas y por ende la mantención del modelo? Aquí van algunas respuestas. Porque al sector energético no se le concede la misma importancia que al resto, salvo cuando le cortan el gas o el precio del barril supera los 100 US$ (ya va en 110 US$/bb), ¿cómo se conjuga todo esto con la aceptación de “estratégico” del sector?…será porque los “políticos” – no todos, es necesario decirlo- consideran que el sector es lo suficientemente robusto para enfrentar dificultades que parecieran ser menores como para sugerir políticas más “intervencionistas”; o aún más banal, les da una lata espantosa porque se trata de un tema complejo, técnico, “reservado a especialista”; o porque la realización de programas y propuestas requieren de plazos que superan los tiempos políticos de los gobiernos y desde este punto de vista implementar políticas de Estado no es rentable; o porque se trata de mercados concentrados que arrojan rentabilidades elevadísimas (sólo superado por la minería), donde su posible intervención, con reglas de juego más sanas y equitativas, molestaría a pocos pero poderosos y es sabido que éstos contratan a universitarios, pagan editoriales de matutinos y vespertinos, financian programas de medios de prensa y tv, y un largo etc. O porque, casi como sucede en el resto de los sectores económicos, los usuarios no son tales sino rehenes. Rehenes de un marco regulatorio que por un lado, los obliga a asumir todo costo e ineficiencia de manera inmediata y por el otro, trata benévolamente las ineficiencias de las empresas (caídas de sistemas, falta de inversión, descuido por el medio ambiente, etc.) o son soslayadas o castigadas a destiempo y poco: caso Transelec con utilidades superiores a a US$ 3.100 millones a fines del 2009 (Memoria 2009) y un castigo máximo de US$ 8 millones por su responsabilidad en la caída del sistema en el Sistema Interconectado Central (SIC).
No es ni una ni otra razón sino todas las anteriores. Por eso se mantiene el modelo ineficiente de “desarrollo eléctrico”. Debe agregarse una buena dosis de ignorancia (de los cambios tecnológicos en boga en el mundo y que privilegia nuevas tecnologías, renovables, uso y conservación de energía, etc.) y de desinformación ejercida por medios interesados de dar a conocer lo justo y apropiado para mantener el modelo ineficaz pero rentable para unos pocos, sin olvidar la activa participación de ex reguladores como lobistas o empleados de las eléctricas.
El necesario cambio en las reglas del juego: La conclusión preliminar que se impone es que no habrá política de Estado en energía ni propuestas estratégica sólida y creíble hasta que no se cambien las reglas del juego. El anuncio del Presidente de la República lo descarta de plano. Peor aún se afirma, como ayer, que: se aprobarán todas las centrales que cumplan con la legislación ambiental. Como si ésta no estuviese superada por los problemas ambientales generados, por trasgredir acuerdos internaciones firmados, por haber sido concebidas para justificar un política de oferta en lugar de política energética, que excluye e instrumentos que permitan escoger la mejor opción y no la más “barata”, concentradora y sucia. Y por si fuera poco, ni siquiera estas reglas del juego en vigor son respetadas, según la Comisión investigadora del Parlamento en relación a Hidroaysén y una larga lista de proyectos que incluye lo develado en Isla Riesco.
El responsable del cambio climático en el mundo es el sector energético. O lo que es lo mismo: “el mundo necesita una revolución energética muy grande para solucionar el problema”, como dijo la secretaria ejecutiva de la Convención del Cambio Climático de las Naciones Unidas (World Future Energy Summit de AbuDhabi, 19 enero del 2012). En Chile la situación se ajusta plenamente a lo afirmado: el mayor responsable de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) es la energía. Y se propone aumentar vertiginosamente su participación: de aportar sólo un 0,3% a nivel mundial de los Chile incrementará en 360% sus emisiones de CO2 en el sector energía hacia el año 2030, a causa de las emisiones producidas por la generación eléctrica y del transporte (U de Chile, Progea, 2009). Respecto del cambio climático el anuncio no esboza propuesta estratégica seria alguna.
Algunas opciones del anuncio: 12% de eficiencia energética. Irrisorio de considerarse lo que proponen los países de la OCDE: 30% o incluso el 40%, en el mismo lapso de tiempo. Y luego de haber obtenido por más de dos décadas mejoras por más de 1/3 en promedio, en ahorros y eficiencia energética. La modesta cifra del 12% no es creíble si no se adoptan objetivos precisos, anuales, monitoreables, con presupuestos ad-hoc e intervención de mercados, con cambios institucionales y territoriales consecuentes, con participación ciudadana efectiva, etc. El 20/20 de renovables en la matriz eléctrica, es aparentemente lo más rescatable del anuncio si no fuera por el hecho que sin el abatimiento de barreras, la gran tajada de ese 20% será de las grandes compañías en un mercado y país fuertemente concentrado, que sin investigación y desarrollo tecnológico de envergadura pasaremos de importar derivados del petróleo a importar eólicas y que sin verdaderos instrumentos financieros, económicos e impositivos de fomento hasta ese modesto objetivo no será alcanzable.
La gestión inteligente y estratégica de la energía requiere de una mirada desde la demanda, desde el uso final, pues habida cuenta de la experiencia de los países de la OCDE, las mejores opciones, las más rentables y económicas, resultan de adaptar procesos menos voraces organizando adecuadamente ciudades y territorios, y fomentando medios de transporte público y privado eficientes, adoptando instrumentos para estimular la buena construcción y promoviendo procesos tecnológicos y productivos menos voraces en energía y aguas. Nada de eso se vislumbra en el anuncio supuestamente con intenciones estratégicas.
Los verdaderos problemas y desafíos energéticos son soslayados, no reconocidos, postergados: la dependencia y vulnerabilidad de nuestra matriz se acrecientan, la pérdida de competitividad de nuestra economía se erosiona, el sostenido crecimiento de precios y tarifas así como la elevada rentabilidad de las empresas energéticas (con crisis o sin crisis con sismos o sin sismos) no se altera ni es motivo de preocupación aparente.
Identificar las dificultades y desafíos del sector energético chileno, entre otros, del cambio climático y su impacto en las próximas décadas exige: cambios en la elevada concentración de los mercados energéticos, en la falta de política energética y de las reglas del juego en vigor. Esta (pretendida) mirada prospectiva de un cierto sector de empresas y grupos de poder implícita en el anuncio, excluye los cambios y las verdaderas opciones tecnológicas: el hidrógeno, las celdas de combustibles, las energías renovables en todas sus expresiones, nuevos modelos de negocios y de gestión de la energía en mercados más competitivos, la generación distribuida, la cogeneración, una nueva ENAP y sobre todo, la adopción de medidas que apunten a perfiles y estilos de desarrollo menos voraces. Una mirada de futuro exige compromisos serios en el ámbito de la investigación y desarrollo, público y privado, y de un quehacer universitario y de la academia que coincida con el interés nacional y público. De no ser así, anuncios como estos no pasan de ser voladores de luces y el modelo inequitativo, sucio e ineficaz pero “financiado” por todos nosotros y el medio ambiente, seguirá manteniéndose incólume.