Son cientos de miles. Quizá Millones. Millones de personas que han dicho basta, han dicho suficiente. Han dicho que los políticos no los están representando, que sus ideas e ideales no están siendo protegidos, que sus necesidades y demandas no están siendo escuchadas.
Son los indignados de España; los excluidos de Francia; son los que hoy protestan por las calles de Santiago de Chile. Son una generación que percibe, con toda razón, que sus necesidades han sido dejadas de lado por toda una clase política que, demasiado preocupada por complacer a los grandes capitales y a los conglomerados mediáticos, ha perdido la habilidad indispensable – única – de escuchar la voz de la gente.
Mucho se dice que las ideologías de izquierda y de derecha han sido superadas. No es así: no son las ideologías las que están aplastadas, son los ideólogos: estos movimientos de jóvenes, de mujeres, de homosexuales, de indígenas, de minorías de todo tipo son claramente progresistas y sus ideas tienen un origen incuestionable. El problema es que quienes se han apoderado de los membretes y de las “ideas” son políticos que hace rato dejaron de estar conectados con el origen de esa indignación. Y es esa indignación de la que emana una exigencia social, espontánea, humana y real de justicia.
¿Qué está sucediendo hoy? No podría ser más claro. Tras la crisis financiera global de 2009, todos los grandes capitales han recuperado sus pérdidas… mientras que 50 millones de personas que quedaron desempleadas a nivel global siguen desempleadas. Esas personas – esas familias – son las que pagaron el precio de la irresponsabilidad de los grandes capitales, así como de los gobiernos que los protegen.
Pero la efervescencia social que estamos viviendo no puede – ni debe – ser menospreciada. Porque lo que está sucediendo hoy es que los jóvenes del siglo XXI están siendo gobernados por políticos del siglo XX formados según la lógica del siglo IXX. Son políticos analógicos gobernando a un mundo digital.
La clase política no tiene opción: es hora de volver a escuchar. No hacerlo, será el peor error que puedan cometer.